Por Ximena Tercero
Con frecuencia, pensar en la juventud de uno mismo es reconfortante, emocionante y casi delirante gracias a los buenos recuerdos que intencionalmente evocamos mientras, deliberadamente, elegimos suprimir los rastros de aquellas malas experiencias que quizá tuvimos durante aquellos años. No las olvidamos, simplemente las omitimos para alimentar nuestra fantasía de una vida feliz y sin problemas; sin embargo, para el viejo Alfredo Guzmán, pensar en los días de su juventud era sinónimo de un absoluto martirio.