Investigación
Por Diana Martínez
La concepción del amor es cultural, por ello es que en México el “amor” es machista, codependiente y lleno de sufrimiento, donde a la mujer, desde su nacimiento, se le adiestra para vivir el enamoramiento como objeto y al hombre como sujeto. Para las mujeres, el amor se vive como objeto porque cuando este nos llega, nos hace “mujeres de verdad”, como problematiza Coral Herrera Gómez: “ (…) Nos dignifica, nos hace sentir puras, da sentido a nuestras vidas, nos da un status, nos eleva por encima del resto de los mortales” (2012). Por otra parte, para los hombres se vive como sujeto, pues son ellos —siempre— los receptores de todo lo que se les obliga a las mujeres a dar o sacrificar; para ellos el amor es honor y podrán vivir sin el primero pero nunca sin honor. Gracias a esta dinámica, una de las partes —siempre la de la mujer— se ve afectada por violencias de forma perpetua. Coral Herrera Gómez define al romanticismo de la siguiente manera: “El romanticismo es el mecanismo cultural más potente para perpetuar el patriarcado” (2012). Así, aunque dichas violencias ya no son ni las mismas ni tan notorias como hace 50 años, no por eso son menos dañinas.