Mi padre ya no me mira a los ojos

Letras y ficción
Créditos de la imagen: Flora Westbrook en Pexels

Por Karla Ruiz

Las llamadas de atención, las conversaciones, los gustos y disgustos, los planes, las comidas y los consejos se diluyeron hasta su ausencia. Nunca, como hoy, me había sentido en el desamparo y abandono filial. 

Mi padre ya no me mira a los ojos. Quizá se ha enterado de que voy mal en la escuela, que he tenido algunas peleas, que he perdido buenas amistades. Que soy grosero con los mayores, que odio a mi profesor de física o que me espantan mis monstruos interiores. Que no soy el hijo modelo o, incluso, que yo he dejado de mirarlo. 
Las distancias se notan mejor en algo tan concreto como la casa, la cual también se ha visto abandonada por el hombre mágico que le mantenía a salvo de las arañas, que la procuraba, la pintaba, la remendaba y la hacía cada vez más grande y acogedora. Ya los focos se han estrellado, las cortinas se ensuciaron, los sillones se desgastaron. La pintura se está cayendo, el polvo ha cubierto todos los rincones y no ha llegado a casa a cenar. 

Seguro que está trabajando,
posiblemente no,
o probablemente ha encontrado alguna nueva razón a quien darle sus sonrisas, sus abrazos y sus reflexiones.

Quizá por ello ya no vea a mi mamá, quizá ya tenga en quien más retornar los ojos que alguna vez me miraron mejor.  


Karla Ruiz

Actualmente estudia la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Sus intereses rondan desde los temas de la desaparición forzada, los arquetipos femeninos en la literatura mexicana y la adquisición del lenguaje, hasta el fútbol, la biología y los perros. Cuentista de la vida real. Su palabra favorita: inmarcesible.

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