Ingrávida

Ensayo
Ensayo literario

Por Estefanía Cervantes

1
Alguna vez pensaba en la ligereza que puede atravesar la vida, si es que llega en buen momento. Te despiertas un día y decides seguir durmiendo que trabajar por horas detrás de una computadora que, sin que ella se lo proponga, va desgastando tu vista. Te vuelves a acostar y sueñas. Dormir así sabe a una mañana de sábado en la cama. Comes únicamente cuando sientes hambre.

La vida es ese momento. Ese segundo que va pasando poco a poco, sin rumbo alguno, que se posa esperando a que llegue otro y así. La vida es ahí y no piensa moverse. La respiración es palpable, tranquila, va y viene sin prisas, sin caos. ¿No sería el paraíso? Sin embargo, el deber te toca al hombro y te devuelve a la realidad, a la repetición de los días.

2
Mis gatos son seres nocturnos. Duermen profundamente mientras la vida virtual, aquella que se instaló hace más de un año, transcurre por horas. Suenan los teclados, nuestras voces y, sin embargo, ellos no las advierten. Se adentran a sueños profundos. El sol que entra por la ventana es su cobijo y les llena de más calidez. Sólo despiertan momentáneamente para acomodar sus pequeños cuerpos y seguir tomando el sol o cuando el hambre y la sed ya no puede esperar.

Pero por la noche, mientras reina un silencio producido por el cansancio del día, ellos despiertan y realizan acrobacias. Maúllan y no pararán hasta estar acompañados durante su comida, porque, serán independientes, pero les gusta estar junto a sus humanas. Piden caricias mientras comen. El calorcito todavía está presente en ellos. De repente, cansados por el festín y la incesante actividad, sucumben a otro largo sueño, el cual se verá brevemente interrumpido para despertar a las habitantes de la casa por la mañana, cuando el sol empieza a salir.

Los ronroneos inundan nuestros oídos. ¿Será de alegría por vernos despertar? ¿O de que su ciclo de sueño volverá a ser largo? Poco a poco, la casa se va inundando con los ruidos matutinos. El olor del café es el protagonista. A pesar de haber sido una noche larga, la rutina no puede parar. Ni siquiera la de su sueño tan profundo.

El ciclo se repite. Soñar al calor de los rayos del sol y despertar sólo cuando el estómago lo pida o cuando esas ganas de correr y jugar aparezcan. Mientras, el sonido de las teclas ha regresado.

3
Disfrutar de lo más sencillo de la vida: una caminata, mirar el cielo nocturno y adivinar qué constelación estoy mirando en ese preciso momento, sentir el viento en la cara, soñar, llorar y reír. Hace mucho que no sentía esa calma. ¿Será que dejar de percibir todo esto es una consecuencia de la vida que hemos tenido que reconstruir gracias a la pandemia?

Camino por la casa vacía y veo a mis compañeros felinos tomar su sol matutino. Siempre me pregunto cuánto es suficiente para ellos. Parecen no cansarse de su propia rutina. ¿Cuál será su truco? En los últimos días —o mejor dicho, en las últimas semanas— la inercia se había apoderado de mi vida. Abrir la computadora, cumplir con mis obligaciones —¿hacia quién?, me pregunto siempre—, mirar ese puntero en la pantalla moverse al mismo ritmo que mis dedos en el teclado. Dormir cansada, con la mente nublada de preocupaciones y pensamientos incontrolables a veces, o de plano no poder ni cerrar los ojos. Hasta que hoy pude respirar despacio y recordé el verde de la naturaleza.

4
Me quedo pensando en la liviandad de la vida de mis gatos, parecida a la caída de sus saltos. Todo parece fluir más fácil. La tranquilidad de su andar es evidente, contagiosa. Necesito trasladar esa quietud a mi vida, a todos mis movimientos. Planeo saltar a lo desconocido —y volver también a lo que ya conozco—, reconocer lo que me hace sentir esa calidez similar a la de mis gatos después de tomar el sol y ¿por qué no?, también enfrentar lo que me asusta y me provoca miedo. Así, soltarse y soltar esa pesadez que ya es difícil arrastrar.

¿Por qué no abrazar la monotonía y después tratar de dejarla ir? A lo mejor así llega algo extraordinario. A lo mejor así llega esa ligereza.


Estefanía Cervantes

Comunicóloga en proceso por la UNAM. Está decidida a ser periodista. Le interesa desarrollar temas sobre seguridad, derechos humanos y crisis climática. Ama la investigación, la fotografía, mirar las estrellas y el buen vino. Su sueño más loco es convertirse en documentalista. Siempre lleva un libro en la bolsa. Adora que sus amigos le pidan recomendaciones de cine y música. Escribir se ha vuelto su más grande pasión. Tiene un gato llamado Magnus.

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